Las Empresas entre Rusia y Ucrania

Las empresas como mecanismos de paz

Fanático de las ciencias sociales, muchas veces me topo con nociones sobre un supuesto enfrentamiento entre “empresas hambrientas de rentabilidad” y “Estados protectores de poblaciones indefensas”. Corporaciones explotadoras versus gobiernos nacionales que deben contener estos instintos empresariales salvajes del neoliberalismo.

Todas estas críticas, en la medida en que sean constructivas, me parecen importantes y son muchos los autores alineados a estas nociones que respeto. Sin embargo, y sin dejar de reconocer que aún existen escenarios empresariales indeseables, en estos días me vengo preguntando sobre la validez de estos estereotipos de Estado y de Empresa a la luz del conflicto ruso-ucraniano que de nuevo nos pone al borde de una guerra nuclear. ¿Qué instituciones se están encargando del bienestar de la población mundial? ¿Es el sistema de naciones? Y, ¿cuál es el rol del sistema empresarial a todo esto?

Sin profundizar sobre los argumentos que sostienen ambos bandos en el conflicto ruso-ucraniano, lo primero que salta a la vista es que en las negociaciones de paz la dimensión económica está tan presente en los criterios de los Estados como lo está en cualquier empresa. Sería difícil entender las causas de guerra o paz sin considerar la provisión de gas de Rusia a Europa, los gasoductos rusos que atraviesan Ucrania o las sanciones económicas impuestas a Rusia por parte de occidente. El factor económico viene moldeando el conflicto.

Y, sin embargo, la presencia de factores económicos en las negociaciones no debe ser necesariamente algo negativo. La experiencia acumulada en las iniciativas de construcción de paz continúa reforzando la siguiente premisa: los lazos económicos entre dos grupos en conflicto son un mecanismo de paz duradero. Metodologías con mucha trayectoria como Do No Harm plantean no solo enfocarnos en lo que separa a ambos bandos (divisores), sino en lo que los une (conectores), y el “trabajemos juntos” o “trabajamos juntos” es un conector importante.

"(...)los lazos económicos entre dos grupos en conflicto son un mecanismo de paz duradero. "

Así, el gasoducto que une a Rusia y Europa viene previniendo una guerra nuclear con mucha mayor contundencia que cualquier discurso que podamos escuchar de algún político interino. Y, de hecho, no es ninguna casualidad que existan estos candados de paz: la comunidad empresarial mundial ha entendido esto muy bien y lo viene promoviendo conscientemente. Así lo notamos en iniciativas de muchas ONGs (ej. CARE International) o lo encontramos presente como uno de los Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS 16: Paz, Justicia e Instituciones sólidas) a los cuales empresas de todo el mundo se están alineando. Hacer empresa entre ambos bandos es un mecanismo de paz de largo plazo, pues, lógicamente, la interdependencia familiariza a ambos bandos y hace el conflicto más costoso e indeseable.

En otro plano, también me parece interesante cómo en estos escenarios resalta la naturaleza nacionalista de los Estados versus el carácter globalizador de las empresas. La economía mundial está sufriendo por estas disputas territoriales. En general, toda la economía sufre con la guerra. Una guerra supone una destrucción de la oferta y una amenaza a las inversiones. Me resuena una frase reciente del historiador israelí Yuval Noah Harari “We will have to choose between uniting humanity or selfishness and nationalisms”. Me pregunto, en el siglo XXI, considerando los retos de globales que enfrentamos (ej. amenazas ambientales o guerras nucleares), qué naturaleza en las instituciones será más relevante ¿Estados nacionalistas por un lado o empresas globalizadoras por otro? En principio, el complemento suena necesario.

Yuval Noah Harari: “We will have to choose between uniting humanity or selfishness and nationalisms”

Finalmente, entre todas las amenazas y miedos que el presente conflicto levanta, me sorprende cómo brillan por su ausencia nuestros ideales democráticos en la toma de decisión de los Estados. Se supone que nuestros ideales democráticos sostienen en gran parte la idea del Estado, y, sin embargo, para los Estados no ha sido muy relevante si sus poblaciones quieren ir a una guerra o no, o a qué país quiere pertenecer la población de los territorios en disputa. No estamos viendo mecanismos democráticos activos en este escenario. Pareciera que la guerra es más entre aparatos burocráticos que entre poblaciones. No me imagino un caso así en el sistema empresarial: si una empresa deja de escuchar a sus consumidores (en cualquier escenario) está tomando la decisión de quebrar en el corto o largo plazo. ¿Qué instituciones están protegiendo mejor nuestros valores democráticos? De nuevo, dependiendo del escenario, pareciera que ambos sistemas deben complementarse.

En fin, regresando a nuestra pregunta inicial: ¿cuál sistema está más orientado a nuestro bienestar? ¿Es el sistema de naciones o el sistema empresarial? Sin duda ambos tienen mucho espacio de mejora y cuentan con lógicas muy distintas pero el complemento de ambos sistemas suena como una buena respuesta. Considero que esto significa comprender que, por un lado, los Estados también tienen incentivos que no apuntan al bienestar de la población, y que, por otro, las empresas tienen un rol activo en el bienestar de la población. Me parece que familiarizarnos con estas nociones permite nadar y participar en ambos sistemas con mayor consciencia.

Lo cierto es que una vez que baje la tensión, esperemos que muy pronto, empezaremos a construir paz nuevamente y entonces la creación de empresas con participación de ambos bandos será un mecanismo de paz duradero. En parte, la fórmula ya la tenemos.

Stefan Schwartzmann D`Angelo

CEO y Cofundador de Katari, Economista de la Universidad del Pacífico con estudios y experiencia trabajando en Construcción de Paz (Peacebuilding), Sostenibilidad Empresarial y Gestión Social.

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